Hay momentos cinematográficos que se alojan en la memoria colectiva como estampas imborrables. Un niño frente a una torta gigante, la presión institucional de una directora despótica y una multitud infantil que lo alienta a devorar el postre como si su vida dependiera de ello. La escena, emblemática para toda una generación, se convirtió en símbolo de resistencia, de ternura y de triunfo frente al abuso: ¡Bruce, Bruce, Bruce!
Pero, ¿qué fue de aquel chico? Es inevitable afirmar que la vida es tan cambiante cómo la escena o el guión de una película. Porque lo que siguió después fue un breve coqueteo con Hollywood, algunas apariciones menores en películas y series, y luego… el silencio. El joven actor se despidió del mundo del espectáculo sin estridencias, y su figura se fue desdibujando con el paso del tiempo. Lo que nadie imaginaba es que su vida tomaba otro rumbo: uno con bisturíes, batas médicas y vocación de servicio.
Jimmy Karz, el inolvidable Bruce Bolaños de Matilda, eligió una ruta atípica entre los ex niños actores. Estudió Comunicación, trabajó en medios como MTV, y terminó dedicándose a la jardinería comunitaria con fines sociales. Ese contacto con la tierra lo llevó al universo de la ciencia, donde encontró su verdadera pasión: la medicina osteopática. Hoy, ejerce como médico y ha transformado tanto su entorno como su apariencia.
Su imagen actual, difundida por redes y celebrada por quienes recuerdan su icónica escena, muestra a un hombre delgado, maduro, de rostro anguloso y energía renovada. El niño regordete quedó atrás, pero el símbolo sigue intacto: Bruce venció a Tronchatoro, y Jimmy venció a la inercia del recuerdo para construir una vida propia que aún inspira.