El mundo del espectáculo y la lucha libre está de luto: Terry Gene Bollea, mejor conocido como Hulk Hogan, falleció tras un paro cardíaco en su hogar de Clearwater, Florida. La noticia conmocionó a fanáticos y celebridades, entre ellos Sylvester Stallone, quien compartió emotivas palabras sobre el hombre que un día se transformó en Thunderlips y revolucionó la pantalla junto a él en Rocky III.
Fue en 1982 cuando la figura colosal de Hogan irrumpió en el cine, encarnando al carismático luchador que desafiaba a Rocky Balboa en un espectáculo épico. Su actuación no solo sorprendió por la energía física, sino también por su capacidad de entretener fuera del ring. Ese papel marcó el inicio de una amistad profunda con Stallone, así como una nueva etapa en la carrera de Hulk Hogan, quien supo combinar fuerza, humor y presencia en cada aparición cinematográfica.
Más allá del cine, Hogan fue una institución dentro de la lucha libre profesional. Desde sus inicios en los años 70, se convirtió en el rostro de la WWE, atrayendo multitudes y elevando el deporte a niveles nunca antes vistos. En los 90, se reinventó como Hollywood Hogan dentro de la facción NWO, adaptando su personaje a los tiempos y liderando un nuevo auge de popularidad. A pesar de las controversias, como su temporal exclusión del Salón de la Fama en 2015, Hogan fue reintegrado en 2020, reflejo de una historia con luces, sombras y redención.
Stallone, visiblemente afectado, recordó a Hogan como “una persona maravillosa y un showman brillante”, y compartió que “para mí, siempre será Thunderlips”. Esa frase resume el vínculo que trascendió cámaras y guiones, y que hoy se convierte en homenaje. Porque si algo queda claro es que Hogan no solo fue un luchador, sino un ícono pop con un carisma que superó cualquier cuadrilátero.
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Así se despide un gigante: con aplausos, con recuerdos, y con la certeza de que su legado continuará inspirando a nuevas generaciones que lo seguirán viendo no solo como una estrella del ring, sino como el héroe que también conquistó el cine.