Las flores pueden ser una característica que la mayoría de plantas exhiben durante la primavera y el verano, pero existe una especie que durante la otra mitad del año las exhibe en plenitud junto con sus llamativos frutos.
Hablamos de Arbutus unedo, una planta propia de la flora Mediterránea, que se caracteriza por la asombrosa coordinación entre sus flores y frutos a la hora de brotar, causando una visual inigualable con el abundante follaje como fondo.
Sucede que la principal curiosidad de este arbusto, que puede alcanzar entre los 4 y los 10 metros de altura, es que durante el otoño y el invierno aparece su floración, la cual se da a la vez que maduran sus vistosos frutos, también llamados madroños.
Esto permite que el jardín se vea siempre colorido e iluminado, incluso, durante la época en donde son pocas las plantas que exhiben sus vistosas flores.
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Además, el Arbutus unedo presenta un tronco rojizo más o menos cubierto de largas escamas grisáceas, de donde surgen las hojas, similares a las del laurel, las cuales tienen una tonalidad verde brillante sumamente llamativa.
Lo cierto es que este hermoso contraste de colores, con las hojas verdes, las flores de blancas a rosadas y los frutos, los mismos que a lo largo de un año van mutando del amarillo y el naranja hasta lograr un tono rojo en la madurez, termina siendo un espectáculo visual precioso.
Frutos comestibles
Las bayas de este arbusto de hojas perenne son comestibles y poseen una pulpa amarilla de sabor dulce y levemente ácido, con diminutas semillas en su interior. Si bien su consumo en crudo se ve limitado, estos frutos son más bien empleados para la elaboración de mermeladas, vino, vinagre, licor y aguardiente.
En conclusión, se trata de una planta con flores de notable valor decorativo, que se vuelve el foco de atención durante el otoño y el invierno y capaz de embellecer cualquier rincón del jardín. Un arbusto tan bello que se lo considera como un regalo de la naturaleza.