Venus Williams no necesita presentación, pero esta semana se ganó una nueva ovación. En su regreso al circuito individual tras más de un año, la estadounidense venció a Peyton Stearns (35° del ranking) por 6-3 y 6-4 en el WTA 500 de Washington, convirtiéndose en la jugadora más veterana en ganar un partido WTA desde Martina Navratilova en 2004. A sus 45 años, Venus volvió a escribir historia con la misma tinta que usó para conquistar siete Grand Slams y liderar el tenis femenino durante décadas.
El partido fue una batalla de más de 90 minutos, con quiebres cruzados y tensión en cada punto. Venus arrancó con un break en contra, pero respondió con tres quiebres propios para llevarse el primer set. En el segundo, la paridad se mantuvo hasta que logró romper el servicio de Stearns en el séptimo juego. Tras cinco match points desaprovechados, cerró el duelo con un saque demoledor que dejó a su rival sin respuesta.
Más allá del resultado, lo que impactó fue su presencia. Aunque la velocidad ya no es la misma, su capacidad para leer el juego, encontrar ángulos imposibles y dominar con su derecha siguen intactas. Su potencia en el saque y su temple en los momentos clave recordaron por qué Venus, junto a Serena, fue el rostro del tenis femenino por más de veinte años.
Este triunfo no solo marca un regreso, sino una declaración: Venus Williams sigue siendo una fuerza del deporte. En tiempos donde la juventud parece ser la única moneda válida, ella demuestra que la experiencia, la pasión y el amor por el juego pueden romper cualquier pronóstico. Y como ella misma dijo: “¿Por qué no?”