Martes 22 de Julio 2025
TURISMO NACIONAL

Valdelen: el corazón blanco de la cuenca carbonífera

En el extremo suroeste de Santa Cruz, donde el viento patagónico acaricia los bosques de lengas y la historia minera late bajo tierra, se encuentra un imperdible del turismo invernal argentino: el centro de esquí Valdelen. La nieve se disfruta en comunidad y la hospitalidad se vuelve protagonista.

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Valdelen: el corazón blanco de la cuenca carbonífera

Cuando se piensa en centros de esquí en Argentina, la mente suele viajar hacia la cordillera patagónica más mediática: Bariloche, Chapelco, La Hoya. Sin embargo, hay un rincón blanco, más silencioso y menos explorado, que combina la aventura en la nieve con el pulso de una comunidad sureña única. Se trata de Valdelen, el centro de esquí de Río Turbio, enclavado en el paisaje de la cuenca carbonífera santacruceña.

A sólo unos minutos del centro de Río Turbio, Valdelen, se alza como una joya de acceso público y espíritu comunitario. No hay que pagar tickets exorbitantes ni lidiar con multitudes: acá la nieve se disfruta con otro ritmo, más cercano, más íntimo. Cuanta con pistas para principiantes y avanzados , medios de elevación, sector para trineos y espacios ideales para principiantes y familias. Es un centro impulsado por el Club Andino Río Turbio, por los propios vecinos, que trabajan codo a codo para sostenerlo año a año, como si la nieve fuera también una forma de identidad.

Un centro de esquí con corazón

Valdelen es, sobre todo, una experiencia. No solo por la posibilidad de esquiar entre lengas y ver pasar zorros o liebres mientras uno desciende la ladera, sino porque lo que rodea a la nieve es igual de valioso: el fuego encendido en el refugio, las tortas fritas con mate, las historias compartidas por los locales, el esfuerzo colectivo por mantener vivo este espacio que hace décadas representa una alternativa cultural y recreativa en el corazón de la Patagonia sur.

En invierno, las noches en Río Turbio son intensas, y el frío se combate con leña, calor humano y mucha mística. El visitante puede alojarse en la ciudad, disfrutar de su gastronomía —donde el cordero, las empanadas caseras y las tortas negras tienen lugar de honor— y aventurarse al día siguiente hacia las pendientes de Valdelen, o incluso practicar esquí de fondo en los senderos del bosque.

Río Turbio y 28 de Noviembre: dos ciudades, una comunidad

Río Turbio y 28 de Noviembre están unidas por algo más que una ruta. Comparten historia, territorio, paisajes, y sobre todo, una identidad forjada entre el carbón y el viento. A tan solo 10 km una de la otra, estas ciudades ofrecen al viajero la posibilidad de conocer una región poco habitual en los mapas turísticos, pero fascinante para quien se anima a salirse del circuito tradicional. Valdelen es ademas de ser un centro de esqui es un paraiso.

28 de Noviembre sorprende por su calidez. Las casas bajas, las calles amplias y la cordialidad de su gente son la antesala ideal para recorrer miradores, descansar junto al río o probar una de las tortas caseras que se venden en las ferias locales. Hay también espacios culturales, memoria obrera, y una vida social que gira en torno al mate compartido, el fútbol, el trabajo y la amistad. Además es la sede de un proyecto de conservación del Condor Andino, que permite que hoy desde el Mirador 28 de Noviembre puedan apreciarse más de 100 ejemplares viviendo y volando en libertad.

En Río Turbio, además de ser base para quienes visitan Valdelen, se puede recorrer el casco céntrico, el Paseo de la Memoria, el bosque comunal o animarse a cruzar hacia Chile por el Paso Dorotea a conocer Puerto Natales, un camino internacional entre montañas que regala postales inolvidables. Río Turbio se destaca por la realización año a año de la Fiesta Provincial de la Nieve, en plena temporada invernal.

Una experiencia distinta en el sur del sur: Viajar a Valdelen y a la cuenca carbonífera no es solo ir a esquiar. Es entrar en contacto con una Patagonia menos mostrada, más auténtica. Conocer el entramado de dos ciudades hermanas, disfrutar del bosque andino patagónico en su versión más austral, y llevarse algo que no se vende en los grandes centros turísticos: la sensación de haber estado donde pocos llegan, y donde todo se hace con el corazón en la mano.