Este 27 de septiembre se festeja el Día de la Conciencia Ambiental. Esta fecha fue declarada en 1995 a través de la Ley 24.605. El objetivo de esta conmemoración es fomentar que en los establecimientos educativos, primarios y secundarios, en esta jornada, se recuerden los derechos y deberes relacionados con el ambiente que la Constitución Nacional menciona.
La fecha nace en memoria de las siete personas fallecidas un 27 de septiembre de 1993, cuando un importante escape de gas cianhídrico en Avellaneda provocó la muerte de estas personas.
Esta jornada implica conocer qué es el ambiente, cuáles son los problemas ambientales contemporáneos y qué podemos hacer desde cada uno de nuestros lugares para revertir o mejorar las respectivas condiciones
También se intenta fortalecer la valoración y el uso adecuado de los recursos naturales, la generación y aplicación de educación ambiental y acciones encaminadas al reciclaje y reutilización.
Estado y conciencia van de la mano
De esta manera, es fundamental que los gobiernos se interesen y apliquen políticas que ayuden a la conservación y mejoramiento del medioambiente, para garantizar así el bienestar de los suelos, la flora, la fauna y las personas.
Tal fue el caso del general Juan Domingo Perón. Él fue el primer dirigente político en atribuirle importancia a la gestión ambiental como uno de los ejes centrales de su gestión.
En el texto escrito desde el exilio, el general expresó un nuevo desafío, planteado en términos de humanidad y naturaleza. En el “Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”, Perón afirmaba que la concientización debía tener su origen en los hombres de ciencia, pero que solo podía transformarse en la acción a través de los dirigentes políticos.
Este texto fue un antecedente fundamental para la creación de ministerios, secretarías y oficinas especializadas en ambiente a lo largo y ancho del país.
La tragedia de Avellaneda
Aquel 27 de septiembre de 1993, Manuel Guim y su esposa llamaron a su hijo Horacio porque no se sentían bien. Rápidamente Horacio llegó a la casa de sus padres junto a su esposa y tres personas del servicio de emergencias. Todos ellos inhalaron un compuesto letal que emergía de la rejilla y murieron rápidamente.
Lo que ocurrió fue que alguien había vertido componentes químicos que se combinaron para formar ácido cianhídrico, que se filtró en forma de gas cianhídrico, un veneno muy potente que desencadenó una masacre ambiental en la localidad de Avellaneda.
Por este hecho, se procesó a un transportista y al dueño del depósito donde se arrojaron los ácidos. Sin embargo, ninguna de las denuncias judiciales prosperó, por lo que los acusados terminaron sobreseídos o las causas prescribieron.