Hoy es el Día del Orgullo LGBTTTIQ+ y por eso compartimos la historia de Mariela Muñoz, militante transexual emblemática.
Mucho antes de la sucesión de derechos conquistados por la cuarta ola feminista y disidente que hoy agita las arcas del Estado nacional, Mariela Muñoz sepultó el nombre que le habían asignado al nacer e inscribió el autopercibido en su Documento Nacional de Identidad (DNI).
Oriunda de la localidad de Lules, provincia de Tucumán, cristalizó el cambio de DNI quince años antes de que el derecho a la autopercepción del género se hiciera ley, durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Mariela fue activista, militante y política; falleció a los 73 años en Quilmes, Buenos Aires, en 2017.
En su juventud, décadas antes del cupo laboral travesti-trans, logró autonomía económica mediante el trabajo remunerado de cuidado de personas. En la década de los noventa, un juez decidió retirarle la custodia de tres niños a quienes había criado como hijos. Entre idas y vueltas judiciales, llegó a estar condenada a un año de prisión en suspenso.
En aquel contexto, Mariela contó con el invaluable respaldo del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), institución donde luego pasó a trabajar como asesora. Pero la historia tiene un final feliz porque la justicia le otorgó la tenencia de algunos de los niños que había criado.
La militante trans fue declarada “La mujer del año” en 2002 por el INADI. Antes de esa mención había tenido que someterse a un examen que dictaminara que su “sexo psicológico” era femenino desde su más tierna edad, condición que se consideró reforzada por sus operaciones quirúrgicas.
El de Muñoz no es un caso aislado, y significa una victoria sin precedentes para la comunidad trans en Argentina, que ha sufrido persecuciones históricamente. La estigmatización que arrojó a estas identidades a la marginalidad, con la complicidad del Estado, tuvo y tiene múltiples formas: una es el arresto injustificado.
La figura legal de resistencia a la autoridad continúa siendo un eufemismo común para las detenciones arbitrarias de personas LGBTTTIQ+, que no han dejado de representar una piedra en el zapato de la moral y del arcaico Poder Judicial, a pesar de los avances legislativos en materia de Derechos Humanos.