Ayer, la precandidata a diputada nacional de Juntos por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) estuvo presente en una jornada llevada a cabo por la juventud de la Coalición Cïvica en CABA y dio un discurso agresivo y poco constructivo.
María Eugenia Vidal asistió a la reunión para dar una especie de "charla motivacional", pero fue más un monólogo de imperativos odiantes que un acercamiento humano con la juventud. Lo llamativo fue lo tajante de su discurso, tan distante de su habitual apariencia de castidad y de templanza en los canales de televisión.
En ese sentido, insistió: "Basta, basta de lágrimas, basta de culpa, basta de tristeza eterna". Este es nuestro país, no se lo podemos regalar a nadie y esta es nuestra última oportunidad", advirtió en un tono amenazante.
Luego, Vidal prosiguió: "Y no es que me pongo dramática, es la última oportunidad en serio, posta, porque estos tipos son muy autoritarios y si les das un metro te pasan por encima".
En esa línea, propia de ese "coaching" tan ajeno a la militancia territorial, indicó la idea de "reconvertir la tristeza, la bronca, el dolor en algo". Así, señaló: "Yo creo que primero se convierte en un basta; pero el 13, si hacemos una muy buena elección en todo el país, se convierte en esperanza", entrando en una confusión con el día de las próximas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO).
La precandidata no habló de propuestas, de políticas, de alternativas, ni siquiera de problemas concretos. El discurso, permeable a una juventud que no se cuestiona las condiciones materiales de su existencia, fue recibido entre risas de aceptación.
La poca popularidad de Vidal permitió que el acto se realizara con unas pocas decenas de personas, realidad inviable si la oradora hubiese sido, por ejemplo, Cristina Fernández de Kirchner.