La semana pasada, Martín Lousteau, senador de Juntos, presentó un proyecto en el Senado que busca eliminar las indemnizaciones por despido y busca aplicar seguros similares a los del rubro de la construcción.
Al respecto, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, criticó la medida y afirmó: “Es inconstitucional”. Más allá del marco legal, el ministro esgrimió una serie de argumentos para oponerse a ese retroceso en materia de derechos para laburantes.
La indemnización por despido es un derecho adquirido por la clase trabajadora hace décadas. La reforma de la Constitución Nacional Argentina del año 1957 estableció, entre otras cosas, el derecho del trabajador a la protección contra el despido arbitrario, según el artículo 14 bis.
Es decir, suprimir la indemnización por despido no solo sería un atropello a la Constitución, sino que significaría una falla del Estado para con el deber ético de procurar el bienestar de la clase trabajadora. Argentina retrocedería 64 años si se aplicara dicha medida.
Un senador de Juntos propuso este retroceso la semana pasada: no es un caso aislado, significa apenas una cuota de la artillería pesada con la que Propuesta Republicana (PRO) ha atacado sistemáticamente a quienes viven económicamente de un sueldo.
Es preocupante que los intereses de las grandes multinacionales, que se enriquecen gracias a una explotación despiadada, lleguen a alinearse con las decisiones de la clase política, que debería representar a las trabajadoras y a los trabajadores.
Pero esta propuesta es algo más que un peligro inminente para la clase laburante, la presentación de este proyecto condensa una forma de disciplinamiento para quienes trabajan a diario para parar la olla.
Seis años atrás, en la campaña electoral que cosecharía el triunfo de la coalición de derecha que vapuleó a la clase trabajadora, los líderes de la actual oposición no decían abiertamente que iban a devaluar a la mitad el salario en dólares; el beneficio de la duda de algunos los hizo ganar. Este mes, en campaña, expresaron concretamente el deseo de eliminar la indemnización por despido, que es la puerta de entrada a la reforma laboral, la desmemoria y el odio que los hizo ganar igual.