Anoche falleció Norberto Oyarbide, un juez polémico y excéntrico con una carrera impactante, marcada por su vida personal y cierto apartamiento en su vida laboral. En el año 2006, la madre de Oyarbide falleció y, además de generarle tristeza, esto significó una bisagra de liberación que le permitió visibilizar su identidad sexual: la homosexualidad.
Casi 10 años después, asistió a una reunión en el Ministerio de Justicia con Germán Garavano, por entonces ministro, y con Santiago Otamendi, en ese momento secretario y ahora juez del Tribunal Superior de Justicia porteño.
Su cargo pendía de un hilo y, como manotazos de ahogado, tuvo intentos frustrados para permanecer en el cargo: las sugerencias de prisión preventiva para connotados políticos del gobierno kirchnerista, según Garavano. Aparentemente, fueron trampas de un gobierno que incidió en la justicia de manera adicta.
El juez, en pos de conservar su puesto, procesó al exvicepresidente Amado Boudou en una causa por "dádivas", pero no le alcanzó. Quedó relegado luego de 21 años de servicios poblados de escándalos relacionados a causas judiciales de gran impacto político y mediático, sospechas de funcionalidad a diferentes gobiernos y un desprecio notable de sus pares.
En el Tribunal de la Capital Federal de Comodoro Py, Oyarbide no era querido ni respetado. Sus "colegas" lo discriminaban sin filtro desde posiciones homoodiantes y lo fueron segregando de las reuniones sociales. Años después, Oyarbide se liberó sexual y públicamente, y se dio el lujo de pasearse por programas televisivos, tanto informativos como realitys.
Sin embargo, Oyarbide siempre se destacó en lo profesional. Su escasa vida social, al menos a simple vista, lo dotaba de un perfil aplicado y, en el entorno, se le auguraba un gran futuro. Entre sus compañeros de trabajo, brillaba un periodista especializado en temas judiciales y un abogado penalista galardonado; hoy, los dos evitan recordar aquel momento.
Además, Norberto Oyarbide se encontró en medio de una historia que lo vinculó a relaciones promiscuas con la Policía Federal, a la protección de prostíbulos masculinos y a ciertas filmaciones en las que aparecía solicitando servicios en esos lugares. El juicio político por estas causas, de las que salió airoso, y las compulsivas licencias médicas lo mantuvieron alrededor de dos años apartado del ejercicio de sus funciones.
Pero Oyarbide no solo fue un personaje excéntrico, también participó del encarcelamiento al dictador genocida Jorge Rafael Videla, pidió la extradición de María Estela Martínez de Perón, sobreseyó al matrimonio Kirchner-Fernández en una investigación patrimonial y dictó el procesamiento de Mauricio Macri por escuchas telefónicas ilegales durante su gestión en Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).