La lavanda, con su encanto violeta y su fragancia inconfundible, es una joya en cualquier jardín. Vamos a sumergirnos en los secretos de su multiplicación y cuidado, ¡con entusiasmo y alegría!
Reproducción por semillas
Las semillas son como pequeños tesoros que nos regala la lavanda. En su hábitat natural, cuando llega el frío, la planta seca sus flores y libera una abundancia de semillas maduras al suelo. Estas semillas se protegen del frío y, en los primeros días de primavera, germinan, dando vida a nuevas plantas. Para replicar este proceso, podemos plantar las semillas en un almacigo durante el otoño y dejar que sigan su curso natural.
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Reproducción por esquejes
Los esquejes son como los abrazos de la lavanda: cálidos y llenos de vida. Para reproducirla, corta un gajo de la planta madre, de al menos 20 centímetros. Limpia la parte inferior del tallo, dejando solo la madera, y conserva algunas hojas superiores para la fotosíntesis. Sumérgelo en agua y colócalo en un lugar luminoso, evitando la luz solar directa. Puedes usar enraizadores naturales, como el aloe vera, para estimular el crecimiento de raíces.
Cuidados esenciales
Una vez tengas tus brotes o esquejes, aquí van algunos consejos para mimar a tus lavandas:
- Luz: La lavanda es amante del sol. Dale entre 6 y 8 horas diarias de luz para que florezca radiante.
- Suelo: Se adapta a diversos terrenos, pero asegúrate de que se seque completamente antes de volver a regar.
- Poda Otoñal: En otoño, realiza una pequeña poda para que la planta descanse y renazca en primavera, regalándote sus mejores colores y aromas.
Así que, ¡manos a la tierra! Multiplica tus plantas y llena tu jardín de belleza y fragancia ¡Que florezcan tus sueños de lavanda!