Los perros son conocidos por su lealtad y cariño, pero también por su aparentemente interminable amor por la comida. ¿Quién puede resistirse a esos ojos suplicantes que parecen decir “¿puedo tener un poco más?” cada vez que nos ven comer?
Sin embargo, detrás de esta tierna imagen se esconde una compleja red de razones que explican por qué los perros siempre están en busca de un bocado adicional. Desde la genética hasta los hábitos aprendidos, este artículo profundiza en el mundo de los caninos y su relación con la comida, ofreciendo una perspectiva integral sobre su comportamiento alimenticio.
Influencias de la Genética en el Perro
Los genes juegan un papel determinante en el comportamiento de las razas caninas. De hecho, en un estudio que involucró más de cincuenta mil perros, en el que participaron investigadores de las universidades estadounidenses de Pennsylvania, Arizona, Washington y Princeton, ha revelado que las tendencias en las diferentes razas hacia mostrar comportamientos de agresión, ansiedad o incluso ser compulsivos para perseguir cualquier cosa que se mueva se rigen por muchos genes, no solo por uno.
Un patrón común a todos ellos indica que genéticamente los perros tienen una gran motivación para buscar comida y esforzarse por obtenerla. Pero desde la evolución desde su ancestro el lobo gris, la convivencia con las personas ha influido en su alimentación, manteniendo una capacidad eficiente para metabolizar energía a partir de proteínas y grasas. Incluso, han desarrollado la capacidad de metabolizar carbohidratos.
No obstante, en el rol de mascota, el perro ya no tiene el hábito de esforzarse lo cual trae aparejado cambios en su conducta. Basta con observar que muchos empiezan a ladrar, llorar, saltar o llamarnos la atención de alguna manera para hacerse de una ración más de comida, sin importar si acaba de finalizar su plato, y tú no por ejemplo.
La influencia del entorno y la relación con los habitantes del hogar
Por lo anteriormente explicado, podríamos afirmar entonces, que en la mayoría de los casos, el perro siempre pide más comida porque nosotros, sus fieles compañeros, hemos creado el mal hábito, y sin querer, al caer en la gracia de sus ojos tiernos o sus manifestaciones de cariño, hemos alterado y no para bien, su estructura de comportamiento.
Habiendo detectado entonces la raíz del problema, procederemos a dejarte cuatro consejos que los expertos aconsejan poner en práctica para otorgar un buen hábito alimenticio a tu perro y así poder mejorar su comportamiento:
1. Ignóralo, Ignóralo e Ignóralo
Lo primero que debes poner en práctica, es hacer caso omiso a sus pedido de atención en cuanto a la comida. Por más que insista, o ejecute con sus ojos, la más desgarradora y enternecedora de las miradas. Cambiar un hábito, implica una conducta firme y consistente por parte del resto de los integrantes de la familia que convivan con la mascota.
2. Deja de darle de tu comida y menos aún, si estás en la mesa
Para los perros, no funcionan las reglas de "por esta vez te doy algo". esta práctica de darle comida desde la mesa, fomenta comportamientos no deseados, como que se acerque a mendigar cada vez que te sientas, o bien que se tiene a robar comida cuando te paras de la silla. Además, fomentas que rechace su propio alimento en favor de las sobras de tu comida que de seguro contiene más grasa y sodio, pudiendo causarle problemas digestivos a medida que envejece.
3. Crea un nuevo hábito a cambio de premios
Una práctica recomendada para que deje de pedir comida, sobre todo cuando hay comensales en la mesa, consiste en enseñarle un hábito sustituto, para que por ejemplo, mientras todos comen, se mantenga en su cama (u otro sitio). Para ello, deberás rutinariamente enseñarle este nuevo hábito, otorgando premios por su conducta cuando logre cumplir el objetivo.
Ten en cuenta que de esta manera, no lo estarás castigando porque molesta en la mesa, sino más bien, que lo estás incitando a variar el camino para alcanzar el mismo objetivo (conseguir comida).
4. Fracciona su alimento y crea rutinas saludables para su alimentación
Muchas veces, sentimos que el perro se ha quedado con hambre, y en un sinfín de oportunidades caemos en el error de otorgarle un bocadillo a cualquier hora y encima como complemento de su dieta habitual. Con estas actitudes de nuestra parte, además de fomentar el mal hábito de pedir constantemente, puede atentar incluso contra su salud.
Según estudios publicados en la revista Nature, el tiempo de digestión en perros puede variar dependiendo de varios factores como la edad, el tamaño, la raza, el nivel de actividad física y el tipo de alimento que consume. Generalmente, se estima que un perro tarda entre 6 a 8 horas. Además, es importante tener en cuenta que el tránsito a través del intestino grueso puede demorar de 7 a 42 horas. Por lo tanto, desde que el perro come hasta que defeca pueden transcurrir entre 20 y 60 horas.
Es decir, que para calmar el insaciable apetito del perro, será preferible distribuir la ración de alimento en 2, 3 o hasta 4 partes (sea casero o de producción industrial) de forma que puedas ir saciando su apetito, sin alterar por ello el volumen total de la ración diaria recomendada.