La creación de vida en la Tierra siempre fue uno de los principales misterios que persiguió descubrir el hombre, llegando a la conclusión, que fue producto de la aparición del agua que la misma logró su transformación para que la vida pudiera prosperar.
Incluso, la búsqueda de vida más allá de la Tierra, es también una de las obsesiones de nuestra raza y para ello, muchos investigadores se centran en la posibilidad de encontrar planetas que posean grandes porciones de agua.
Esta premisa nos lleva a pensar cómo fue que el agua llegó a nuestro mundo, sobre todo porque en comparación con otros planetas rocosos cercanos al nuestro (Marte o Venus por ejemplo) ellos no cuentan con esta característica trascendental.
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Esta historia retrocede 4.500 millones de años en el tiempo, momento marcado como el inicio del sol, nuestra estrella madre. Por esos días, el calor que desprendido creó una zona alrededor donde la formación de agua era impensada.
Teniendo en cuenta su cercanía, el Planeta Tierra se fue secando convirtiéndose en un mundo rocoso y no apto para ningún tipo de vida como sus “vecinos”.
Pero mucho más allá del espacio, cerca del planeta Jùpiter, las temperaturas descendían drásticamente y en millones de asteroides que orbitaban en el espacio contenían agua congelada en su interior.
El papel de Júpiter
En los albores de nuestro Sistema Solar, Júpiter sufrió una migración que provocó que una gran masa de estos asteroides enormes y llenos de agua congelada sean expulsados de su órbita a grandes velocidades.
La historia nos cuenta que gran parte de ellos fueron impactando contra la Tierra, la cual se quedó con una gran porción de esa agua que albergaban en su interior y posteriormente, permitió darle paso a la creación de vida.