Lunes 27 de Noviembre 2023
ALFRED NOBEL

Alfred Nobel: vida, obra y legado de uno de los científicos más reconocidos del siglo XIX

Escrito en ESPECTÁCULOS el

Un día como hoy pero en el año 1895, Alfred Nobel dejaba escrito y firmado su testamento. En aquel documento, la mayor parte de su fortuna, que se calculaba en torno a las 33,000,000 coronas, fuera entregada a la Fundación Nobel, creada en 1890, con la finalidad de que esta fundación realizará una entrega de premios anuales a las personas que hubieran destacado por hacer el mayor aporte a la humanidad en los ámbito de: la Literatura, la Fisiología o Medicina, la Física, la Química y la Paz, mejorando la convivencia entre naciones. No fue hasta 1901 cuando se hizo la primera entrega de premios.

El curioso dato de Alfred Nobel que pocos tienen presente

¿Sabías que el hombre que inventó la dinamita y que dio origen a los premios más prestigiosos del mundo murió un 27 de noviembre? Se trata de Alfred Nobel, un químico sueco que marcó el siglo XIX con sus descubrimientos, sus negocios y su filantropía. En este artículo, te contamos quién fue, qué hizo y qué legó a la humanidad este genio de la ciencia y de la industria.

Alfred Nobel nació en Estocolmo el 21 de octubre de 1833, en el seno de una familia de inventores e ingenieros. Su padre, Immanuel Nobel, era un pionero en la fabricación de minas, torpedos y cañones, y su madre, Karolina Andriette Nobel, era una mujer culta y emprendedora. Alfred fue el tercer hijo de ocho, de los cuales solo cuatro sobrevivieron a la infancia.

Desde pequeño, Alfred mostró una gran curiosidad e inteligencia, y recibió una educación privilegiada en química, física, matemáticas, idiomas y literatura. A los 17 años, hablaba con fluidez sueco, ruso, francés, inglés, alemán e italiano, y a los 24 años, presentó su primera patente, sobre un detonador eléctrico.

Alfred se dedicó a la investigación y al desarrollo de explosivos, siguiendo los pasos de su padre, que se había trasladado a San Petersburgo para fundar una fábrica de armas. Allí, Alfred trabajó con el químico francés Théophile-Jules Pelouze, que le enseñó a manejar la nitroglicerina, un líquido muy inestable y peligroso, que podía explotar con cualquier golpe o cambio de temperatura.

Alfred se propuso encontrar una forma de controlar la nitroglicerina, y tras varios experimentos y accidentes, logró crear la dinamita, un explosivo plástico y seguro, que patentó en 1867. La dinamita fue un éxito comercial, y revolucionó la industria y la guerra, al permitir la construcción de túneles, puentes, canales, ferrocarriles y edificios, pero también el uso de bombas, granadas y minas.

Alfred fundó compañías para fabricar y comercializar sus explosivos en varios países, como Suecia, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos, y acumuló una gran fortuna, que llegó a unos 300 millones de coronas suecas. También inventó otros explosivos, como la gelignita, la balistita y la cordita, y se convirtió en uno de los principales fabricantes de armas del mundo, lo que le valió el apodo de “el mercader de la muerte”.

Alfred fue un hombre polifacético y cosmopolita, que viajó por todo el mundo y que se interesó por la literatura, la música, la filosofía y la política. Se relacionó con personalidades como Víctor Hugo, León Tolstói, Bertha von Suttner y Robert Koch, y escribió poemas, novelas y obras de teatro, que nunca publicó. Nunca se casó ni tuvo hijos, y se sintió solo y culpable por el uso de sus inventos.

Alfred se inspiró en un obituario erróneo que lo condenaba como un especulador de la guerra, y redactó su testamento en 1895, legando su fortuna a una fundación que debía otorgar premios anuales a las personas que más hayan contribuido al progreso de la humanidad en cinco campos: física, química, medicina, literatura y paz. Así nacieron los premios Nobel, que se otorgan desde 1901, y que posteriormente se añadió una sexta categoría: economía.

Alfred Nobel murió el 10 de diciembre de 1896, en San Remo, Italia, a causa de una hemorragia cerebral. Fue enterrado en el Cementerio del Norte de Estocolmo, y su nombre y legado siguen vivos en los premios Nobel, que son un símbolo de excelencia y de reconocimiento mundial.