La investigación del mundo animal sigue siendo una de las motivaciones principales de la ciencia y en ese sentido, estudios recientes dan cuenta de la evolución de las arañas a raíz de su sociabilizaron.
A simple vista, podemos pensar que las arañas no son insectos sociables, a diferencia de las hormigas o las abejas como para poner un ejemplo. Pero las últimas publicaciones en la revista Nature, se muestra una extraño compartimiento de parte de los arácnidos que arroja nuevos datos sobre el tema.
En la actualidad hay cerca 50 mil especies de arañas distintas y hasta el momento, no ha habido datos relevantes en base a la sociabilización de estos insectos.
Con el paso del tiempo, ninguna de estas especies ha evolucionado lo suficiente como para conformar castas o colonias para llevar adelante el trabajo en conjunto. Lo más cercano a ello se dio con la Anelosimus eximius que suelen vivir en grupos contados por miles y que poseen la características de tejer telarañas de manera conjunta y cazar en grupo.
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Si bien esta especie puede basarse como un ejemplo del acotado sentido social de la arañas, lo cierto es que la publicación reciente da cuenta de una evolución a nivel de “inteligencia” de parte de estos insectos.
No obstante, cabe aclarar que los expertos resaltan que las arañas no tienen (a diferencia de otras especies el mundo animal) un cerebro central, pero si han podido comprobar algunos cambios evolutivos que abran la puerta a una nueva visión.
Lo primeros pasos
Ante la observación y el análisis, los científicos han podido detectar que las arañas “ahora ya no solo necesitan almacenar información sobre su entorno natural. Además necesitan almacenar información sobre un entorno social” según manifiesta El profesor de la Universidad Nacional de Australia Alexander Mikheyev, principal autor del estudio.
Este descubrimiento se torna relevante en el mudo de la ciencia dado que las arañas comenzaron a mostrar una evolución como especie social, lo que permitiría poder entender de manera transitiva lo sucedido con las abejas, hormigas e incluso el propio ser humano.