El ceibo es una de las especies más bellas que más encontrarás si pretendes realizar un recorrido por las áreas protegidas, Parques Nacionales y Reservas Naturales, del Centro y el Norte del país.
Sucede que este majestuoso árbol de Ceibo es una especie originaria de América y se lo puede conseguir con facilidad en Argentina, Uruguay, Brasil y en Paraguay, motivo por el cual en nuestro país fue declarada flor nacional por decreto del Poder Ejecutivo Nacional, cuya celebración quedó fijada para cada 22 de noviembre.
Si bien fue esta especie conocida también como “seibo” o “bucaré” fue designada flor nacional en diciembre de 1942, recién en 2008 es cuando se instituyó al 22 de noviembre como el Día Nacional del Ceibo luego de conocer los resultados de una encuesta realizada por el “Diario La Razón” en la que participaron cerca de 20 habitantes.
En lo que respecta a su majestuosa apariencia, podemos decir que este es un árbol de porte mediano que puede alcanzar los ocho metros de altura, llegando raramente hasta los 20 metros, su copa es muy amplia y sus flores tienen cinco pétalos con simetría bilateral.
Al mismo tiempo, la madera de esta especie autóctona suele ser utilizada para fabricar elementos de poco peso, como ser el famoso el bombo “legüero”, mientras que sus flores se emplean para teñir telas con su intenso color rojo.
Por último, es importante mencionar que esta distinguida especie declarada flor nacional tanto en Argentina como en Uruguay, florece todos los años entre octubre y abril, por lo que representa tanto a la primavera como al verano.
La leyenda
Como una especie de microrrelato que se fue transmitiendo de generación en generación, se dice que la flor del ceibo nació cuando Anahí, una pequeña indiecita, fue apresada y condenada a la hoguera por una tribu enemiga.
Sin embargo, los soldados quedaron estupefactos cuando vieron que tras consumirse el fuego, el tronco donde había sido amarrada Anahí se había convertido en un majestuoso árbol repleto de preciosas flores rojas, lo que significó que la naturaleza a la que solía cantarle con su dulce voz se hubiera adueñado de su alma y la convirtió en un símbolo de lucha que dio origen a esta leyenda de la flor del ceibo.