Lunes 28 de Julio 2025
FALLECIMIENTO

A guardar los guantes, a recibir caricias en el cielo

"La Locomotora se apagó", se dice, y el corazón se encoge con el peso de esas palabras, cuando lo que hay que decir, lo que se siente, desborda el alma y anega los ojos. Pero, ¿se apagó realmente?

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Hoy, el eco del silbato de "La Locomotora" resuena de una manera diferente. Ya no es el estruendo de la fuerza en movimiento, sino un murmullo melancólico, el lamento de un motor que se ha detenido. "La Locomotora se apagó", se dice, y el corazón se encoge con el peso de esas palabras, cuando lo que hay que decir, lo que se siente, desborda el alma y anega los ojos. Pero, ¿se apagó realmente?.

Fuente: https://www.instagram.com/regina_cosmetics?e=fcc2b139-3e40-4968-b97b-a96144c66b4b&g=5

Su partida no silencia su esencia. Alejandra Oliveras, nuestra guerrera, nos enseñó que la vida era una suma de combates, sí, pero que cada asalto debía librarse con una sonrisa, con la certeza de que vivir con alegría y positivismo no era una elección, sino un camino. Ella era la encarnación de esa filosofía, una fuerza imparable que, a pesar de las cicatrices invisibles y las batallas libradas fuera del ring, siempre elegía mirar al frente con optimismo. https://www.instagram.com/locomotoraok/tagged/#

 

Su lema, "Nací para ser feliz", no era una frase vacía. Era su creed, su motor más potente. Lo proclamaba con la misma convicción con la que lanzaba un recto al mentón, con la misma energía con la que compartía una anécdota, con la misma luz con la que compartía esa alegría y ese positivismo contagiantes. La Locomotora nos demostró que incluso después de las caídas más duras, tanto en el ring como en la vida, siempre había una oportunidad para levantarse, para sacudirse el polvo y volver a pelear por la propia felicidad.

Pensar en su recorrido es inevitable preguntarse: ¿Valió cada piña que le pegó a la vida? La respuesta, rotunda y sin titubeos, es un sí rotundo. Cada golpe, cada desafío superado, cada lágrima derramada y cada sonrisa compartida, forjaron el espíritu indomable que la convirtió en un faro de esperanza. Su existencia fue un manifiesto de resiliencia, de esa capacidad única de transformar el dolor en fuerza, la adversidad en aprendizaje.

Hoy, aunque su motor físico ya no pulse, la locomotora de su espíritu sigue en marcha, imparable, en el recuerdo de quienes la amamos. Nos dejó no solo récords y títulos, sino un legado mucho más valioso: la convicción de que la vida, con sus altibajos, vale la pena ser vivida con pasión, con autenticidad y con esa fe inquebrantable en la alegría. Y en ese legado, encontramos la certeza de que su luz, esa que tan generosamente compartió, sigue brillando, dándonos la fuerza para dar esperanza a otros, tal como ella hizo incansablemente.

HASTA SIEMPRE!