El deporte es una manifestación lúdica y política muy profunda. Las organizaciones que lo regulan intentan perpetuarlo en la hegemonía, pero este año, en diversas disciplinas, hubo manifestaciones disidentes que empujaron para sacarlo del closet.
Fuimos testigos de las luces con los colores de la bandera del orgullo disidente en la Eurocopa de fútbol (y de la bandera misma), de las camisetas con igual gama cromática en el fútbol sudamericano y el júbilo de un campeón que llega a la cima olímpica y dice, antes que cualquier cosa, que es homosexual.
“Soy gay y campeón olímpico”, dijo Thomas Daley apenas ganó su medalla dorada en clavados sincronizados desde la plataforma de 10 metros.
Hay quienes dicen que el éxito es la posición más miserable de todas: este no es el caso. El atleta británico, en un manifiesto orgulloso, ayer reaccionó a su gloria dorada reivindicándose homosexual.
La heteronorma gesta ese tipo de inseguridades en las personas que no cuadran con la heterosexualidad, y hace creer que la identidad sexual puede ser determinante en una carrera, en el camino al éxito. El éxito, siempre ilustrado como lujo heterosexual, como privilegio de quienes obedecen la norma sin chistar.
Es, como mínimo, emotivo que un deportista, en el auge de su carrera, elija decir que es campeón y gay. La visibilización de su orientación sexual constituye un guiño político para cada atleta del colectivo LGBTTTIQ+ y una apuesta desafiante a las instituciones arcaicas que continúan pretendiendo que algo tan humano y plural como el deporte descanse en las filas de la heterosexualidad.
Logros deportivos de Thomas Daley
Thomas Daley es un deportista británico dedicado al salto sincronizado en trampolín, y se especializa en la plataforma de 10 metros. Salió campeón europeo de natación en 2008, ganó dos medallas de bronce olímpicas (2012 y 2016) y ayer consiguió su primera medalla de oro olímpica, en los Juegos Olímpicos Tokio 2020.