Martes 1 de Julio 2025
RICARDOMONTANER

Ricardo Montaner: Entre la Fe, la Música y los Lazos que Traspasan el Escenario

Esta nota es un viaje al corazón de Ricardo Montaner, desvelando la fuente de inspiración que ha marcado su vida y su música: el profundo amor por su familia y su inquebrantable fe cristiana.

Escrito en ESPECTÁCULOS el

Desde la balada romántica hasta la devoción espiritual, Ricardo Montaner ha construido una carrera que no solo resuena en los charts, sino también en el corazón de millones. Nacido en Argentina y formado en Venezuela, su voz ha marcado décadas con himnos como Tan Enamorados, La Cima del Cielo y Me Va a Extrañar, dejando una huella indeleble en la música hispanoamericana.

Pero detrás de los reflectores y los escenarios, hay una faceta que brilla con igual intensidad: la del Montaner familiar, espiritual y profundamente arraigado en su fe cristiana. Más que un credo, su religiosidad es un pilar que atraviesa su vida personal y profesional, y que ha impregnado incluso varias de sus producciones musicales.

Ricardo Montaner. (Fuente: Instagram @montaner)

A su lado, su esposa Marlene Rodríguez Miranda no es solo su compañera sentimental, sino el sustento emocional de un hogar construido sobre valores compartidos. Juntos han criado a una familia donde la fe no es una consigna, sino una forma de vivir. Evaluna, la hija menor del matrimonio, ha heredado no solo el talento artístico, sino también la convicción de que el arte y la espiritualidad pueden coexistir.

Una canción como "Si Pudiera Elegir" resume este universo íntimo donde el amor de pareja, la admiración por los hijos y la gratitud por la vida se entrelazan en una misma melodía. “Elegiría tu presencia, porque me hace bien…” canta Montaner, en una letra que bien podría estar dedicada a su esposa, a Evaluna o incluso a su fe.

Ricardo Montaner. Evaluna Montaner. (Fuente: Instagram @montaner)

A través de su historia, queda claro que para Montaner el verdadero legado no se mide en discos vendidos ni en aplausos, sino en vínculos forjados con ternura y propósito. Un recordatorio de que el éxito más duradero quizás no esté en los escenarios, sino en los abrazos cotidianos y en la fe que sostiene.